Astillero

28 septiembre, 2020 OAXACA0
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En términos políticos, y sobre todo electorales, la versión más redituable de Andrés Manuel López Obrador es la del combatiente instalado en el campo de batalla, con banderas agitables y prosélitos dispuestos a batirse por su líder. Virtualmente a dos meses de cumplir dos años de ejercicio presidencial, con una crisis sanitaria y económica enmarcada globalmente, pero agravada en lo nacional, y con las elecciones intermedias de junio de 2021 como referente inmediato, el político tabasqueño, siempre opositor, ya está montado de manera explícita en su caballo de pelea.

Lo dijo ayer, en un acto público junto a uno de los mandatarios de su producción morenista, el veracruzano Cuitláhuac García, quien constituye uno de los ejemplos de que a la hora de gobernar no son suficientes la lealtad grupal ni las buenas intenciones: …que se preparen los conservadores, que se preparen nuestros opositores, porque no vamos a dar tregua, ni un paso atrás, ni siquiera para tomar impulso. Vamos hacia adelante a la transformación de México, ya que se olviden del antiguo régimen corrupto, de injusticias y de privilegios (https://bit.ly/2S6s5r2).

En realidad, López Obrador vive en permanente actitud de combate. De defensa y ataque. Las largas conferencias matutinas de prensa son una parte importante de su diaria batalla política e ideológica. Igual que sus constantes giras y discursos. A diferencia de sus antecesores, cómodamente instalados en el entendimiento con los factores tradicionales de poder político y económico, el nativo de Macuspana vive en la cotidiana lucha por mantener y acrecentar su poder frente a opositores cada vez más embravecidos.

El punto que ha generado más turbulencia en las semanas recientes ha sido el enfoque crítico, con pretensión de acciones judiciales validadas por una consulta popular, hacia cinco ex ocupantes de la silla presidencial. A partir de ahí se ha desarrollado a toda velocidad una estrategia de agudización de la confrontación con Ernesto Zedillo, Enrique Peña Nieto y Carlos Salinas de Gortari, por el lado priísta, y Felipe Calderón y Vicente Fox, por la parte abiertamente derechista, como principales impulsores beneficiarios de una temporada de enrarecimiento y desestabilización.

Un primer punto de quiebre se dio con la filtración de las acusaciones del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, que impactan directamente a Peña y embarran a Salinas y que generaron una proporcional respuesta videográfica con Pío López Obrador como protagonista. Y este sábado en Palacio Nacional se hizo, al informar sobre los avances en el caso de los 43 jóvenes desaparecidos seis años atrás, el demoledor diagnóstico de una maquinaria criminal enquistada en sitios de mando del Estado mexicano, con Peña y relevantes miembros de su equipo como cómplices y operadores.

En ese contexto ha saltado a escena el ultraderechista Frente Nacional Anti-AMLO (Frena), que abiertamente busca derrocar al Presidente de México. Su estrategia descansa en el efectismo y la provocación. Con caravanas de vehículos automotores simulan manifestaciones masivas, al igual que con tiendas de campaña vacías.

Y con un discurso abiertamente golpista tratan de crear condiciones de violencia que podrían alcanzar físicamente al objeto de sus obsesiones. Ayer, en Veracruz, ante protestas de integrantes del Frena que pretenden seguirlo en giras y actos públicos, AMLO dijo a sus adversarios que no va a usar guardaespaldas.

Ese cuadro de excitación política y exasperación opositora potencia, sin embargo, la adrenalina andresina. Ese terreno, el de la confrontación abierta, de la polarización que fuerza las definiciones, es el más propicio para la estrategia electoral que buscará quedarse con la mayoría de las 15 gubernaturas y de la Cámara de Diputados en un junio próximo que en términos de realismo político ya está aquí. ¡Hasta mañana!

Twitter: @julioastillero

Facebook: Julio Astillero

Retomado: https://www.jornada.com.mx/2020/09/28/opinion/008o1pol


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