“La niña de las hortensias se emancipó, contrajo matrimonio y tiene hijos y nietos; una familia propia encantadora. Salió adelante, pero el pasado siempre pesa”, recuerda Annemie Knibbe, consejera de la Fundación de Mujeres para los Menores Víctimas de Abusos Eclesiales. Según asegura, “en Holanda hay comunidades cerradas de laicos donde se observan los votos de castidad, obediencia y celibato, según la regla monástica de San Benito”. “Ahí reclutan a jóvenes que tal vez acaben un día en los seminarios. Pero no se les permite desarrollar un juicio moral para resolver el conflicto entre la lealtad a la jerarquía y la protección de la infancia. Se les hace cómplices, porque se arriesgan a la excomunión si denuncian los abusos. Los obispos holandeses garantizan la firma de un código de conducta para el clero, pero estos grupos no lo han suscrito. Es un ambiente raro, con estrechos lazos con el obispado, y unos jóvenes separados de sus familias que dependen material y emocionalmente de la propia comunidad”.
Cuatro obispos holandeses abusaron de menores durante su mandato
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PERIODICO EL PAIS
La niña tenía 12 años y le llevó hortensias al párroco. Él la empujó contra la puerta y se aprovechó de la peor manera. Al día siguiente no le dio la comunión, delante de todo el mundo, porque la menor había pecado y debía confesarse. Pasaba el verano con sus tíos y subió a la bici: sin mapa, recorrió cien kilómetros hasta la casa de sus padres. Allí la trataron como si fuera culpable. Todavía hoy, en su pequeña comunidad la llaman la hija del Diablo. Sucedió en los años cincuenta, en Holanda, e imperó el silencio. Como en otros países con agresiones sexuales certificadas en el seno de la Iglesia católica. Ahora se ha comprobado que 20 de los 39 cardenales, obispos y obispos auxiliares holandeses participaron directamente: cuatro abusaron en persona de varios menores; los otros 16 trasladaron de parroquia a sacerdotes pederastas que siguieron delinquiendo
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