Por: Joel F. Gálvez Vivar
Fotos: Karol Joseph Gálvez López
Santos Reyes Tepejillo, Juxtlahuaca, Oaxaca, México: 16 de enero de 2017.- Construido de piedras sobre piedras, en la cima del cerro que orgullosamente es conocido por los nativos, como el cerro de la gran muralla; a cielo abierto, como digno testimonio del loable labor de los abuelos. Es además muestra cultural, que supieron forjar los indígenas de la comarca, que sirvió como refugio y guarida ante el enemigo y los designios y tempestades de la naturaleza. La gran muralla indígena que conservan intactos como una bella reliquia los Tepejellisenses.
La construcción data de tiempos de la revolución, fue construido por manos indígenas, a su leal saber y entender, con el propósito de guarecer a los pobladores, en tiempos de la revolución. Los gruesos muros de piedras blancas de la región, que los constructores recolectaron en grandes extensiones, a distancia terrenos.
De acuerdo al testimonio de Miguel Vásquez Morales, oriundo de esta municipalidad indígena de Tepejillo, sostiene que llegó a oír de boca de los abuelos, como un testimonio fidedigno de que los constructores trasladaban el agua de manos en manos, juntándose las palmas de ambas manos para formar un pequeño recipiente, además hacer una larguísima cadena humana que rebasa de seis kilómetros, desde las profundidades del río, pasaban de mano en mano el vital líquido, hasta depositarlo en la cima de la gran montaña cuya altura llega a los seis mil metros de altura aproximadamente.
Cuenta el indígena que en aquellos tiempos aún no llegan utensilios por lo menos en esta zona, tan solo jícaras que sacaban de las calabazas, ‘pues no tenían mucha resistencia, por lo que no quedaba de otra que llevar el agua de esta forma, de juntar las manos’, abundó.
Otro factor fue la recolección de piedras de todos tamaños, además de su grosor y peso, los paisanos tuvieron que realizar una verdadera faena y esfuerzo físico para acarrear las piedras, para la construcción de la majestuosa muralla indígena, que a nuestro días permanece de pie dando testimonio del trabajo y sacrificio de los abuelos.
La enigmática muralla indígena cuenta con tres circunferencias alrededor del cerro, el primer circulo, encuentra casi en su totalidad de pie, en su mayor parte, aunque presenta fisuras hechas por la naturaleza, pero la parte con mayor daño, fue hecha de manera intencional por los hombres de este tiempo, quienes por la necesidad de llevar los servicios de energía eléctricas de entre los poblados de la comarca, destruyeron tanto en la parte sur como noreste de la hermosa muralla de piedras preciosas de la comarca.
Co maquinaria pesada, en fracción de minutos destruyeron los hombres de este tiempo, la gran obra, que por décadas construyeron manos de sus propios abuelos, situación que pone de manifiesto ahora la preocupación de los miembros de la población, porque tal pareciera que quienes autorizaron la destrucción parcial del primer círculo de la muralla, quizás no hicieron una valoración cultural e histórica que representa la construcción, además de que sin duda alguna, su decisión fue sin una mala fe, pero que bien pudiese entender su falta de interés en preservar intactos este tipo de herencias culturales, señala a manera de reflexión Miguel Vasquez Morales.
Al tiempo considero necesario su rescate como una monumental obra material ejemplo vivo de lo que los Tepejillenses hicieron en tiempos y épocas difíciles, y que ahora es muy importante su preservación.
La primera circunferencia de la muralla, aproximadamente tiene una altura de seis metros, con un grosor de un metro con veinte centímetros, con un aproximado de ocho mil metros de circunferencia. Mientras que la segunda circunferencia, tiene una altura aproximada de cuatro y medio a cinco metros, con el mismo grosor de un medio y veinte centímetros, con un cierre de seis mil metros.
En tanto que el tercer círculo, siendo el más dañado por los designios de la naturaleza y del tiempo, con exactitud no se alcanza ya a apreciarse, sino que únicamente en la punta del cerro, se encuentra un pequeño círculo de piedras amontonadas, pero en el mero centro aún se encuentra intacta el corazón hecho de roca del noble guerrero mixteco que aquí aposento sus realezas, hasta donde llegan los nativos con sus respectivos presentes para invocar el espíritu de los abuelos, así como la del señor de las montañas, para obtener algún beneficio espiritual.
Entre los tres círculos se observa la existencia de tumbas, lo que da entender que aquí habitaron tres clases de gentes: la clase baja, clase media y la clase alta, en la última se aprecia que estuvo mejor construida, lo que hace suponer que aquí habitó el dignatario, rey ó noble guerrero mixteco, que defendió el territorio y aposento de los suyos en tiempos y épocas difíciles, de un pasado inmediato.
En el segundo los nobles del dignatario, y el primero ahí estuvieron los súbditos, soldados y peones. Curiosamente los tres círculos tienen sus puertas, por el lado norte, mirando donde ahora se encuentra ubicado ahora el poblado de Tepejillo.
La gran majestuosidad que representa la muralla, refleja en sí la identidad de la floreciente cultura autóctona de los Tepejellisenses, orgullo y ejemplo de identidad de los oriundos, lo que requiere y demanda no sólo su preservación, sino la unidad y la sana convivencia, máxime en el rubro cultural entre los hombres de esta generación y la venidera, porque la gran muralla representa la capacidad y ejemplo de los abuelos en levantar grandes construcciones en pro de una sociedad.
Qué mejor que en este tiempo se pueda rescatar, además de embellecerlo, para que sirva de escarmiento tanto para propios como a visitantes, porque es herencia cultural de los abuelos que por sí solo da testimonio de su valor histórico cultural entre los pobladores de la comarca.