Nadie nace racista; es algo que se aprende, afirma Syd Shelton

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racistioPeriódico La Jornada.- En el verano de 1976, música, política y cultura se entrecruzaron para crear una respuesta totalmente británica a la xenofobia que amenazaba al país. El arma de elección fue la música. Así nació Rock contra el Racismo.

Fueron las palabras de un músico las que provocaron su creación: Eric Clapton. El 5 de agosto de ese año, Clapton, al parecer bebido y bastante indignado, subió al escenario del Birmingham Odeon y, entre una canción y otra, se quejó de que Gran Bretaña se estaba volviendo un país de negros y exhortó al público a sacar a los extranjeros. Más tarde trató de minimizar sus palabras, diciendo que eran una respuesta a la invasión de Londres por árabes acaudalados. Pero el daño estaba hecho y se lanzó el contrataque.

Un grupo de artistas plásticos, escritores y músicos, entre ellos el fotógrafo Red Saunders y el activista Roger Huddle, había estado preparando alguna respuesta cultural a la creciente ola de racismo y al dominio que el ultraderechista Frente Nacional ejercía sobre la nación. La filípica de Clapton les proporcionó un incidente disparador, y escribieron al diario New Musical Express, descalificando sus comentarios y sugiriendo la creación de un movimiento: Rock contra el Racismo (RAR, por sus siglas en inglés).

La incipiente organización se vio inundada con respuestas a la carta. En los cinco años siguientes montó conciertos, festivales y marchas con el lema Ama la música, odia el racismo. Entre los intérpretes que actuaron bajo la bandera de Rock contra el Racismo figuraron Elvis Costello, The Clash, Misty in Roots, Sham 69, Pete Towshend, de The Who, y The Specials. Y Syd Shelton estuvo allí para documentar con su cámara esa época increíble.

Testimonio gráfico

Nacido en Pontefract, West Yorkshire, en 1947, Shelton trabajaba de fotógrafo del rocanrol y diseñador gráfico, y comenzó a dedicar cada vez más tiempo a apoyar a RAR. A la vez que colaboraba en la organización de eventos, también documentaba con su cámara los conciertos para recabar fondos y crear conciencia.

El periodo formativo del RAR fue de 1976 a 1977; hubo muchas pequeñas presentaciones en pubs. Luego ocurrió lo que se conoció en la cultura popular como la batalla de Lewisham, cuando 5 mil partidarios del Frente Nacional marcharon por ese suburbio del sureste de Londres, en agosto de 1977. Varias organizaciones antifascistas realizaron actos y marchas de rechazo, y hubo sangrientos enfrentamientos.

Fue un día muy significativo, dice Shelton: “después de eso nos dimos cuenta de que enfrentábamos un racismo institucional de la policía y las autoridades, además del racismo organizado del Frente Nacional. Había también mucho racismo casual. Apenas en la década pasada ponían en las puertas letreros de ‘No se admiten perros, negros ni irlandeses’”.

La fotografía de un joven detenido por la policía, llamado Christopher Foster, flanqueado por su padre, de mirada decidida, y su madre, mirando al suelo, se incluye en una exhibición del trabajo de Shelton cubriendo los años de Rock contra el Racismo, que se presenta en la Galería Impresiones en Bradford, West Yorkshire, hasta principios de septiembre.

Sus fotografías cubren el ataque de la música al racismo: Tony James, de Generation X, tocando el bajo con Sham 69 en Central London Poly, concierto infiltrado por una pandilla racista; Jimmy Percy, de Sham 69, hablando a una multitud en un carnaval, después de que la banda fue obligada a dejar de tocar por amenazas de muerte; Joe Strummer, de The Clash, en una tocada para recaudar fondos en Southall.

Una foto muestra a Jeff Walwyn, alias Skully Roots, cabalgando una bocina gigante como si fuera un potro rebelde en el club de Rock contra el Racismo en Leeds. El club fue fundado por Paul Furness, a quien un día le mostraron la carta en el NME acerca de Eric Clapton y decidió organizar clubes nocturnos para antirracistas del norte.

El club de Leeds organizó tocadas de bandas locales como The Mekons and Gang of Four, y fue anfitrión de Stiff Little Fingers y del único concierto de Joy Division en RAR. Teníamos un montón de seguidores y presentamos gente de la que no sabíamos nada, pero que después se volvió famosa, por ejemplo Marc Almond y Damien Hirst, relata Furness. Syd Shelton llegó a tomar algunas fotos y allí fue donde lo conocí.

Furness ha donado algunos objetos del club de Leeds, que se exhiben junto con las fotografías, todas monocromáticas. Las imágenes de Shelton ilustran la naturaleza binaria del racismo: blanco y negro, ellos y nosotros, luz y sombra. Y jamás se concibieron como un proyecto especial: Shelton tomaba fotos, era todo. Con el tiempo me di cuenta de que había una narrativa, algo que no vi en su momento, comenta. Estaba demasiado cerca, supongo.

No era un registrador imparcial de la historia. Rechazo la noción de que el fotógrafo es un observador impasible, expresa. Uno construye el argumento de lo que quiere decir con el lenguaje de la fotografía, a través de las tomas que hace y de los ángulos que escoge.

Rock contra el Racismo perdió fuerza en 1981, en cierta forma víctima de su propio éxito. Las cosas cambiaban, a veces con rapidez y a veces despacio. Dice Shelton: A mediados de los setentas había sólo dos futbolistas negros en toda la Liga Premier; observen ahora al equipo inglés que estuvo en la Eurocopa este verano. Cuando comenzamos, el punk apenas despegaba y había un montón de reggae, y vimos una afinidad entre los dos. Luego el ska y el two-tone tomaron la estafeta, y tuvimos bandas como Madness and The Specials, que eran multiculturales.

De ningún modo piensa Shelton que la batalla esté cerca de ser ganada, en especial con el recrudecimiento del discurso y los ataques de odio xenofóbico a raíz del referendo sobre la Unión Europea. Es una lucha constante, señala. Siempre vemos chivos expiatorios; lo que pasa es que los objetos de ataque cambian.

Las fotografías de Syd Shelton forman un documento de un mundo que parece remoto, pero que también resulta horriblemente familiar, dados los sucesos recientes. Creo que en 1976 todos deseábamos que las cosas fueran un poco mejores 40 años después, comenta.

Shelton se acerca a los 70 años de edad y vive en la campiña inglesa. Aunque ya no está en el centro del volátil y peligroso mundo de las comunidades enfrentadas, rehúsa dejar de indignarse.

Nadie nace racista; es algo que se aprende. Es algo duro de combatir constantemente, pero hay que hacerlo. Sigo siendo un rebelde.


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